Los aceites esenciales son auténticos elixires de belleza y bienestar naturales. Hay un para cada momento o estado de ánimo, desde la lavanda a la rosa, pasando por el limón, el jazmín, la bergamota, el azahar o el sándalo.
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El sentido del olfato nos provoca sensaciones muy intensas. Basta con aspirar un aroma durante unos segundos para que afloren recuerdos olvidados o sintamos un repentino frescor y binenestar. Todo esto sucede porque la parte del cerebro que controla las emociones es la misma que registra los olores.
Por eso un aroma puede hacernos reviir una situación concreta y el estado de ánimo que la acompañaba. Traducido al lenguaje de la belleza y el bienestar, significa que si tu cuerpo se acostumbra a relajarse cada vez que huele a lavanda, descansarás como un bebé siempre que percibas esta esencia. Ése es el principio de la aromaterapia.
La destilación.
Esta técnica emplea los aromas de la naturaleza para mejorar el estado físico, mental o emocional. Su base consiste en destilar el aceite esencial de flores, hojas, raíces, semillas o frutos de distintos árboles o plantas. Se trata de unos líquidos aromáticos y volátiles producidos por unas glándulas especializadas y que podemos apreciar con mucha facilidad. Por ejemplo, si pasamos los dedos por una rama de eucalipto o de laurel, la mano se quedará impregnada de su olor. Es como obtener la energía vital de los elementos naturales, que nos beneficia de muchas formas. Y es que la aromaterapia no sólo sirve para relajar:
los aceites esenciales pueden tener efecto calmante, refrescante, tonificante o estimulante.
Cómo actúan los aceites esenciales
Pueden penetrar en el organismo por vía tópica (a través de los poros) y por inhalación. Aplicados sobre la piel, relajan la musculatura y combaten las inflamaciones. Al inhalarlos, modifican nuestro estado de ánimo. En ambos casos, el efecto es muy rápido, ya que al inhalar un olor, miles de moléculas viajan a través de la nariz para ser detectadas por unos receptores situados en la parte superior de este órgano. Después se envía una señal al cerebro límbico, que es donde residen la memoria y las emociones.
Ésa es la razón por la que asociamos los aromas con situaciones íntimamente ligadas a estados de ánimo. Muchas veces, incluso los relacionamos con hechos que nuestra mente consciente ya ha olvidado.
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